Entrevista a Nuria Moy y la Educación Social

«Me preocupo escrupulosamente para que bajo mis suelas no haya nadie»

Con este verso del poeta callejero, Malinowski, la educadora social, Nuria Moy, nos define el bello propósito que engloba su profesión. Bajo la bandera del respeto, la igualdad, la justicia y la libertad, aborda un objetivo: el empoderamiento de las personas.

Su apariencia tímida, esconde un gran coraje, sabiduría y consciencia. En su labor como educadora social, es consciente de la realidad cambiante en la que estamos inmersos. Dice que para desempeñar su profesión, se debería de predicar con el ejemplo, realizar ejercicio de autocrítica y tener la necesidad de aprender continuamente .

Nuria Moy trabaja como educadora social en la deshabituación y rehabilitación bio-psico-social en la Comunidad Terapéutica de Rehabilitación de Toxicómanos del Frago (Zaragoza). Es diplomada en Trabajo Social y habilitada como Educadora Social. Es experta en drogodependencia, malos tratos y violencia de género. Monitora de tiempo libre y de personas con riesgo de exclusión. Orientadora laboral para personas sordas, con formación en campos como la resolución de conflictos y la terapia familiar.

Imagino que un trabajo como el que realizas en la Comunidad Terapéutica de Rehabilitación de Toxicómanos no se puede guardar en un cajón al llegar a casa… ¿Cómo afecta el hecho de trabajar con la vida de las personas?

Con el tiempo, la experiencia y algún que otro tropiezo, se aprende a mantener cierta distancia emocional. Pero más que afectar, aporta una connotación más positiva. El contacto directo y el hecho de que los demás te confíen vivencias tan personales, te lleva a un aprendizaje vital muy importante. Trabajar con la vida de las personas te enseña a entender que cada persona decide sobre si misma, a respetar el ritmo de los demás en su proceso de cambio, a respetar lo diferente … además, implica un trabajo personal propio donde adquieres consciencia sobre tus prejuicios, donde adquieres mayor empatía y tolerancia.

¿Cuál es tu día a día?

El día a día supone una convivencia muy estrecha con las personas que están realizando su proceso terapéutico. La Comunidad es como una casa organizada entre todos y todas, donde existen talleres laborales, actividades educativas (habilidades sociales, deporte, ocio y tiempo libre, relajación, cultura general, educación para la salud, etc).Todo está muy estructurado para conseguir la adquisición o la recuperación de hábitos, responsabilidades, habilidades, valores que se han perdido por la dinámica de la adicción. Compartes desayuno, comida, merienda, cena, actividades, momentos formales e informales, momentos buenos y menos buenos… a diario me sorprende ver cómo las personas van siendo capaces de sacar lo mejor de sí mismas durante su proceso terapéutico, un proceso que ofrece la oportunidad de aprender a vivir de nuevo, enriqueciéndote con la experiencia de las demás personas y con la satisfacción personal de haber contribuido al cambio de los otros compañeros y compañeras.

¿Cómo se consigue reinsertar en la sociedad a las personas con problemas de adicción?

Básicamente trabajando en equipo y de manera transversal, a través de múltiples acciones. En primer lugar, a través de la misma organización y estructura de la comunidad, alejando a la persona en rehabilitación del ambiente de consumo. A su vez, mediante las diversas actividades dirigidas por el equipo terapéutico. También trabajando con las familias. Es muy importante que entiendan qué es una adicción, qué implica, cómo afecta y cómo intervenir. Es vital el compromiso del paciente, un compromiso de ayuda mutua, en la propia recuperación y la de los compañeros y compañeras. Por último, a través de la coordinación con los recursos existentes en el entorno de donde procede la persona. Es muy importante que la persona en rehabilitación, esté preparada para sus salidas terapeúticas, de la misma forma que debe estarlo su entorno familiar y social, para ir afrontando las situaciones que puedan ir surgiendo en su deshabituación y reinserción social.

¿Cuales son las causas más comunes que llevan a las personas a la drogadicción?

Considero que existen, como base, experiencias personales que no han podido ser bien gestionadas, o bien, por el contexto sociofamiliar, o bien, por no disponer de habilidades sociales de afrontamiento, baja autoestima… hay personas con vivencias muy duras, lo cual puede suponer un factor de riesgo importante en el inicio del consumo. Hay personas con una patología dual, una enfermedad mental que coexiste con la adicción, y también hay personas que se han enganchado en un contexto de ocio y diversión. El hecho de banalizar el consumo también es una causa. La prevención pasa por enseñar que un adicto de hoy no es un heroinómano de los 80. Un adicto de hoy no lleva ese estigma social tan marcado, puede llevar incluso una vida prácticamente normalizada, y esa falta de identificación, también es una causa que facilita caer en la adicción.

Hoy que están tan vigentes las críticas a los cambios en la Ley de educación (LOMCE), quizá deberíamos preguntarnos si estamos creando una sociedad emocionalmente inteligente o si estamos enseñando a gestionar las emociones de manera adecuada.

¿Y cómo se podría impartir esa gestión emocional?

A través de facilitar habilidades como la asertividad y cualidades como la resiliencia (capacidad que permite adaptarse y superar situaciones difíciles, saliendo incluso fortalecido de ellas). Algunas personas desarrollan estas cualidades y habilidades,, pero otras no, y considero que suponen un factor de protección para no caer en la adicción como herramienta de afrontamiento.

¿Golpea de la misma forma la drogodependencia en hombres que en mujeres?

Existe mucha diferencia entre el número de hombres y mujeres que ingresan en un centro como el nuestro. El pasado año, el porcentaje de mujeres atendidas fue del 16%, frente al 84 % de hombres. Esta gran diferencia, en realidad, responde a una ocultación del consumo en el caso de las mujeres, ya que socialmente su adicción está peor vista. Las mujeres desgraciadamente sufrimos mayor riesgo de discriminación social.

Entonces, la reinserción de mujeres ¿Requiere especial atención?

En muchos casos, un problema de alcoholismo y tranquilizantes en la mujer es sólo la punta del iceberg. En realidad, pueden coexistir otros problemas de fondo como por ejemplo, la violencia de género. Dado el caso, este sería un factor importante que habría que integrar en el tratamiento. Muchas veces nos encontramos que el enfoque de género, o las necesidades especiales que las mujeres requieren en sus tratamientos, todavía no está integrado. A veces se nos da la paradoja de que en nuestro centro tienen que convivir mujeres maltratadas y maltratadores. Otras, observamos que la mujer sigue sufriendo de prejuicios, estereotipos y discriminaciones varias. En un caso que tuvimos, se nos negó el acceso de una mujer a una casa de acogida para mujeres maltratadas, porque era drogodependiente. En este sentido, resulta fundamental la adaptación de los recursos sociales de su entorno, para su empoderamiento y reinserción.

Gobiernos de diversas comunidades autónomas, están estudiando «aniquilar» los programas de atención a las personas con problemas de drogadicción, porque se consideran «no viables» ¿A qué se refiere en ese contexto el término «viabilidad»?

El error desde mi punto de vista es apelar a la rentabilidad económica como argumento válido y como solución a los problemas. Los servicios públicos, como la sanidad o los servicios sociales, deben ir mucho más allá, no se puede esperar su rentabilidad económica, ya que su objetivo es la rentabilidad social. Necesitamos una sociedad lo más justa, cohesionada e igualitaria posible, que proteja a su ciudadanía, sobre todo en momentos de dificultad como el actual. El ideal sería que nuestra profesión no fuera necesaria, pero la realidad nos devuelve lo contrario. En estos momentos es cuando más se debería invertir en los recursos sociales y sanitarios, como un derecho y una garantía de seguridad para todos. Cualquier persona puede caer en un problema de adicción, y necesitar de algún recurso que le ayude a retomar su vida. No caigamos en el estereotipo de que sólo es un problema marginal, que no atañe a todas las personas. Esa falta de identificación hace que miremos para otro lado ante la creación o el cierre de un centro de atención a las adicciones, ya sea ambulatorio o residencial.

¿Qué consecuencias puede comportar a la sociedad los recortes en este sector?

Considero que estos recortes son «pan para hoy y hambre para mañana», además de suponer más desempleo (como ya ha ocurrido en nuestro centro) y menor cobertura a esta problemàtica. Recursos como una comunidad terapéutica suponen un trabajo educativo de verdadera reinserción social, como alternativa a un cumplimiento en prisión, por ejemplo. Si existe una cobertura social, se previene el nivel de delincuencia y por tanto aumenta la seguridad ciudadana. También se reducen los costes sociales como el que puede suponer a una empresa el continuo absentismo laboral, gastos judiciales y el sufrimiento de las personas del entorno, como familiares, etc. Todo ello supone una gran rentabilidad social que no se está teniendo en cuenta y que tarde o temprano, su supresión hará emerger en forma de problemas sociales importantes.

No obstante, el Gobierno de Aragón se está planteando el cierre del centro ¿Qué ocurrirá con esas y esos pacientes?

Estamos inmersos en un rumor que no termina de ser oficial, pero que basta con leer la prensa para leer entrelíneas. Nuestro centro se basa en un tratamiento residencial, pero hay otros recursos que trabajan a nivel ambulatorio, cercanos a la ciudadanía y que también es posible que sufran esta «reestructuración» o desaparición. Estos últimos recursos son los que nos derivan a aquellas personas que no responden a ese tipo de tratamiento y necesitan salir de su entorno para mantener una abstinencia y poder abordar la deshabituación, que es la parte más difícil. Me gustaría pensar que va a seguir existiendo una cobertura a esta problemática. La comunidad terapéutica El Frago es de los pocos recursos residenciales públicos que quedan en España. Su cierre significaría la gestión privada de este tipo de tratamientos, suponiendo dificultades en el acceso, sobretodo de tipo económico.

La drogodependencia es un problema de índole mundial, un negocio que además financia a la mayoria de organizaciones criminales Internacionales ¿Cómo crees que se podría erradicar este problema?

Me temo que aquí no puedo ser demasiado objetiva, quizá por lo que veo día a día en mi profesión. No acabo de ver claro el tema de la legalización. Es cierto que se acabaría con aspectos importantes como la adulteración de las sustancias, que no deja de ser un riesgo para la salud añadido, o con la tipificación de pequeños delitos. En este sentido, tenemos como ejemplo el alcohol, como sustancia más que socializada, no obstante esto, podemos observar que el hecho de poner en letra pequeña «consuma con responsabilidad» no es garantía de nada. Creo que el ser humano es frágil, que no somos tan maduros como para consumir con control, y que la vulnerabilidad es un factor muy delicado que depende de cada persona en concreto. Si partimos de que la adicción es una enfermedad, mejor no jugársela, lo veo como una ruleta rusa…

El aumento del consumo de drogas en muchos países desarrollados es una constante ¿Qué pilares crees que fallan en nuestra sociedad?

Me da la sensación que hemos caído en la cultura del hedonismo, de lo inmediato, que nos falta por cultivar y retomar valores que tenemos dormidos. Creo que ya es hora de despertar la parte positiva que todas las personas tenemos y aplicarla al día a día. El vacío no se llena con las cosas materiales, eso es una carrera frustrante y agotadora que no lleva a ningún sitio. Lo afectivo y el placer por las pequeñas cosas es lo único que se mantiene a largo plazo.

¿Necesita nuestro mundo una reinserción?

Lo que pasa a nivel social no deja de ser un reflejo de alguna manera de lo que nos pasa a nivel individual. Nuestro cambio personal es lo que está en nuestras manos y cerca de nuestro control. Todavía nos queda mucho trabajo por hacer en cuanto al papel social que se le otorga a la mujer. Nos falta cultivar la tolerancia, la inteligencia emocional, la solidaridad y potenciar la empatía. Dejar de lado la competitividad tal y como hoy es entendida. Deberíamos dar la vuelta a las cosas y reformularlas positivamente. Así daríamos cabida a frases como la que escuché el otro día de una profesora: «si formas parte del problema, eres parte de la solución». Ahora, es cuestión de práctica.

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